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Quién es la excepción

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El grito de Beatriz se oyó por todos los departamentos de la gran empresa, y fueron muchísimos los que abandonaron sus labores para apersonarse al epicentro del alarido, donde la protagonista sacudía violentamente al compañero Melquiades, con quien, a primera hora, había tenido un tejemeneje porque aquel se puso histérico cuando ella le preguntó si ya lo habían vacunado. ‘Es que tú me ves cara de viejo, de tercera edad o qué coño te pasa, clarito lo avisan que solo vacunan a la población en riesgo, y yo ni ando con la salud jodida ni tengo tantos años para caer en esa categoría, tú sí, no creas que a mí me engañas con esas toneladas de maquillaje que te pones', fue la respuesta de Melquiades, quien andaba recién enamorado por tercera vez y eso lo hacía sentirse joven, por lo que se sintió ridículo cuando Beatriz le preguntó semejante barbaridad. En aquel momento, el asunto quedó en dimes y diretes, pero como Melquiades tenía su amorcito ahí mismo, le preocupó que aquella supiera que le habían insinuado que ya estaba viejo, así que decidió intimidad a Beatriz para que supiera que él era jodido de verdad y no se le ocurriera volver a sugerir que ya caminaba en las cinco décadas.

‘Déjate de andar hablando suposiciones sobre mi edad, fíjate que tú misma tienes un rabo muy largo que yo no quiero pisar, yo sé mucho de tus andanzas en esta empresa', le susurró Melquiades a Beatriz, quien se tragó la rabia y no comentó la advertencia hasta que oyó decir ‘ella es la excepción'; enseguida afloraron sus complejos de la niñez, cuando la gente maleducada le decía a su madre como si tal cosa: ‘Ay, Filomena, todas tus hijas, menos Beatricita, son lindas, ella como que es la excepción'. No pudo sufrir la revoltura de las emociones de antaño, menos ahora que sabía que en su trabajo todos conocían a sus hermanas, sobrinas y tías, a las que la belleza se les derramaba. La aludida dio varios pasos, pero los recogió todos y se enfrascó con Melquiades, a quien sacudía con ira mientras le preguntaba quién es la excepción, carajo, habla claro si tienes huevos, habla como macho o te aprieto la garganta hasta que dejes de respirar, quién es la excepción, quién, quién'.

Algunos trataron de convencerla de que dejara de apretar, pero Beatriz no aflojaba la mano ni Melquiades soltaba la explicación, por lo que él se defendió con las extremidades inferiores y la botó de espaldas, con la suerte de que cayó sobre dos mironas que se desquitaron con puñetes en la cara de la rival del compañero. Enseguida se formó el despelote, Beatriz sacó la mano y acarició los rostros que hallaba, de manera que se armó otro tumulto porque todos tiraban a pegar sin saber a quién ni por qué. Uno que no gustaba de Melquiades porque le había quitado, años antes, a una noviecita, le zampó un trompón que lo derribó; al verlo en el piso, Beatriz se le montó para acabarlo a bofetadas, pero no fue lejos, porque ya el eco de la algarabía había llegado a la oficina principal y el mismo mandamás, en persona, restablecía el orden solo con una mirada grave.

Sobre seis cabezas cayó su índice acusador, Melquiades, cuatro curiosos a los que pilló en vivo y a todo color tirando la mano, y Beatriz, quien suplicó en vano que no la despidieran. Salió de la empresa convencida de que es pura falsedad aquello de que ‘la suerte de la fea la bonita la desea'.

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Maleducados: Todas sus hijas son lindas, menos la más chiquita.

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Pelaón: ¿Yo, vacunarme?, yo no tengo edad de población en riesgo.


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