Salimos a flote hace diez millones de años. Antes estábamos bajo el agua. Emergimos. Nos convertimos en puente de encuentro.
Los hallazgos en las excavaciones de la ampliación del Canal lo han certificado. Miles de piezas arqueológicas y paleontológicas han sido recuperadas en dos lustros.
No vamos a quemar los libros ni a tirarlos a la basura: agreguemos esta nueva información. Este paisaje de la ese acostada, según entendemos, es más veterano entonces.
Esta rectificación de la edad nuestra como país y configuración geográfica nos llegó cuando se nos recuerda que lideramos a la par en Centroamérica el desarrollo humano y la desigualdad/inequidad social, y hemos logrado índices envidiables de crecimiento económico, si bien de desarrollo bajo. Solo Haití, con terremoto y demás debacles, nos supera en la proeza de inequidad social, que, en general, es una constante en Latinoamérica. Continente inequitativo. Ninguna proeza.
Celebremos nuestra vejez geográfica y, con vergüenza, por haber engendrado este Caîn panameño, donde pocos acumulan riquezas no sé para qué y la gran mayoría sobrevive en este Valle de Lágrimas de 10 millones de años. Si te sientes aludido, entonces llora, reza y distribuye.
Si miras los indicadores generales, se afirma que el desempleo es mínimo –Francia, España y Grecia nos envidiarán-, que llega al 5%, y el subsidio para alivianar la pobreza supera los mil millones anuales, si bien el empleo informal galopa.
La ecuación es perversa: mientras la economía crece a tambor batiente –en 2012 fue el 11% y este año será el 6%, según el pronóstico-, esas maravillas no bajan al casi millón y medio de compatriotas desdichados, además de vapuleados por el alto costo de la vida, subempleo, con necesidades estructurales, como la desnutrición y educación, sanidad y vivienda de calidad.
Periodista y filólogo
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Si miras los indicadores generales, se afirma que el desempleo es mínimo –Francia, España y Grecia nos envidiarán-...