Algunos no han tenido vida propia desde que los celulares entraron sin permiso a nuestro diario vivir y cada día es mayor la dependencia, tanto que hay quienes aseguran que ‘no pueden vivir sin el celular'.
‘Es mi vida misma, sin mi celular soy nadie, lo llevo a todas partes, duermo a su lado, lo más cerca de mí y si tienen que dejarme abandonado en un isla solitaria, solo pido que me dejen mi aparatito', pregonaba Aureliano cuando los que todavía no se acostumbraban a verlo las ocho horas de la jornada pegado a eso, le decían: ‘Hey, mano, suelta esa vaina aunque sea medio segundo, por Dios'.
Pero Aureliano no soltaba su celular y les decía ‘es como mi hijo, y el buen padre no se aparta de su vástago ni para ir al baño'.
Varias veces, el mandamás de la empresa lo había encontrado tecleando, pero lo observaba, movía la cabeza y decía a la una, pero siempre se mantenía en el mismo conteo, por lo que Aureliano cogió confianza y ya ni se cuidaba para entr egarse en cuerpo y alma al chateo. Cada viernes ponía un mensaje de despedida para sus compañeros, quienes ya ni gracias le contestaban porque el chorro de texto era de nunca acabar.
Los más caritativos le dijeron que bajara la mano, que a veces los quehaceres del hogar no dejan tiempo para leer tanto. Aureliano solo sonreía y movía la cabeza tambien en señal de que no entendía como hay gente que puede pasar tanto tiempo sin revisar su celular. ‘Yo tengo mi sistema, vuelta que doy vuelta que reviso porque no sabe uno cuándo llega el chat de urgencia, a veces hasta me despierto para ver qué es lo que hay, etc.', había dicho Aureliano esa tarde del viernes y decidió poner un mensaje corto.
Buscó algo edificante para escribir, pero ninguno de los textos le pareció bueno, y cayó en las redes de la música; pensó voy a ponerles algunos versos de una canc ión pegajosa. Y tras una rigurosa selección, escribió ‘dame un beso que me dure hasta el lunes'. Enseguida surgieron las reacciones negativas, algunos lo pararon en el pasillo para reclamarle y al calor de la discusión uno le gritó maricón.
‘Porque me tiré a tu papá', contestó Aureliano y se enfrascaron, varios se unieron en contra del chateador, y pronto la algarabía alcanzó niveles de alarma. El del padre ofendido quería matarlo y era superior en fuerza y habilidad con los puños. Llamaron al seguridad más fortachón que logró liberarlo. Todos los presentes lo condenaron enseguida y pidieron su cabeza, pero el gerente dijo ‘a la una, pero si llego a la segunda se va'.
Todos lo borraron de sus con tactos, menos la exuberante Luisa, quien no consideró llegar a ese extremo. Fue al amanecer del lunes que el marido de Luisa cayó en la bajeza de revisarle el celular y halló el mensaje. No esperó que su mujer saliera del baño y se pintó iracundo a reclamarle a Aureliano.
El seguridad no lo dejó pasar, pero le dijo que no creyera pendejadas que se decía por ahí que este era un falso-positivo.
‘Pero a esos tambien se les para', gritó el que sospechaba lo que no era y fue justo cuando los vio llegar juntos, porque por casualidad Aureliano había hallado a Luisa en la parada y le dio el bote. El marido la bajó del carro de mala manera indiferente a los gritos de ella que no entendía nada, luego sacó a Aureliano e iba a empezar la masacre cuando los seguridad lo detuvieron a punta de fuerza. Esta vez, Aureliano no tuvo escapatoria y lo botaron sin compasión. Igual hizo el marido de Luisa, que no creyó la versión del mensaje inocente.
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Dependiente: El celular es mi vida entera.
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Enviciado: Como, duermo, me baño y vivo pegado a mi celular.