‘El diálogo resuelve hasta el conflicto más cutriñón, póngalo en práctica y verá cómo cambia todo en su hogar, y cambia para bien', señalan los ‘expertos', pero una cosa es decirlo y otra es hacerlo. De vez en cuando, en la empresa donde laboraba el buenazo de Arcadio les dictaban charlas para mejorar las relaciones interpersonales, lo que resultó exitoso porque al cabo de un tiempo se acabaron los chismes, la envidia pasó a mejor vida, la pedidera de plata al prestamista era cosa del pasado porque entre uno y otro se ayudaban y, lo mejor, los machos de siempre dejaron de mirar libidinosamente a las compañeras. Pero vino otro problemita, cada lunes era notorio el número de colaboradores, varones todos, que llegaba con la manta arrastrando. Tras un censito organizado por el mandamás se supo que la razón de la amargura colectiva era que en la casa se lo negaban los fines de semana, esta realidad golpeó al ricachón, quien, al igual que cualquier obrero, jardinero o camionero, sufrió por muchos años este mal, que pasó a la historia cuando se percató de que no se lo hacía a su mujer como a ella le gustaba. Por eso mandó a todo el personal masculino a un seminario con gastos pagos, en el que les darían sugerencias y estrategias para mantener el ardor y la pasión en la casa.
‘El secreto de todo está en la co-mu-ni-ca-ción, hable con su mujer, pregúntele cómo le gusta, qué le gusta, qué le desagrada, dónde quiere que usted la acaricie, conversen, cuéntense anécdotas y saquen enseñanzas, nadie dijo ni dirá que mantenerse casado es fácil, pero hay que luchar', pregonaba el expositor. Arcadio preguntó sobre la importancia del tamaño del miembro y si era bueno o no preguntarle a la mujer sobre los amores pasados; el facilitador le dejó bien clarito que la virginidad y el ‘yo fui el primero, el último y el único' eran temas de la antigüedad, y que ahora el sello se pierde hasta por la internet, y le recalcó que el fracaso del hombre nunca se debe al tamaño, que el pene es como una varita mágica, por lo que todo depende de la gracia y del talento del mago para moverla, ‘o sea, que es usted quien le pone el tamaño y sabor a su cosa'.
‘Comunicación, pero con mente abierta', les dijo el conferencista al despedirse. Arcadio se retiró pechugón y feliz, dispuesto a practicar la co-mu-ni-ca- ción con su mujer, quien esa noche, por casualidad, no se lo negó, al contrario, tras cenar se bañó y se puso un camisón transparente sin nada debajo, que antaño era la señal de que esa noche ella quería buco manduco. Apenas terminó la telenovela, Arcadio mandó a toda la parentela a dormir. ‘Mañana hay que madrugar más para que no nos nos coma el tranque', gritaba, y sobrinos, suegros y cuñados cogieron cama enseguida. Arcadio le cayó parejo a su mujer, quien esta vez no se volvió puro caca reo, por lo que Arcadio, para coger un cinco, la invitó a conversar sobre el pasado de ambos. Tuvo que insistir hasta que ella accedió y le contó lo que Arcadio siempre había querido saber: ¿Cuántos antes que él? Cuando supo la cantidad, se alarmó, pero se sosegó al recordar al conferencista, se le antojó, entonces, saber los nombres. ‘Eso es mucho pedir', dijo ella y le dio la espalda, lo que fue como halarle los gemelos al marido, quien la sacudió violentamente y le gritó cuantos insultos le vinieron a su mente alterada. Ella se defendió verbalmente, primero, pero al verlo tan iracundo sacó el mismo machetito que él guardaba debajo de la cama y le sonó tres planazos, porque ella siempre pregonaba ‘primero se que da su madre sin hijo que los míos sin madre'. Cuando Arcadio regresó del hospital, un mes después, halló la casa vacía, pero no le importó, ya nada de este mundo era importante para él, mucho menos una mujer tan ‘repasada'.
==========
Tamaño: No hay ni grande ni chico, es su arte el que manda todo.
==========
Señal: Baño y poca ropa tras la cena, hoy sí estoy buena.