Quienes somos asiduos compradores en el Mercado de Abastos somos testigos de una de las más aberrantes muestras de incompetencia de las autoridades municipales.
Ese lugar, que mueve muchos miles de millones de dólares anualmente y en el que honradamente se ganan el sustento, con gran esfuerzo personal, centenares y quizá miles de pequeños comerciantes, se ha convertido (al igual que el mercado de San Felipe) en un monumento vivo de la incapacidad de los administradores de la comuna capitalina.
Que en todos los años que lleva funcionando nadie haya podido poner orden y dotarlo de las facilidades mínimas, no para crear comodidades sino para siquiera asegurar un funcionamiento aceptablemente decente, no admite ninguna excusa.
Ese lugar, que es casi icónico de la ciudad, podría con una mínima planificación y una administración responsable seguir prestando un servicio esencial, pero la razón por la que se ha propiciado su deterioro progresivo es porque hay intereses agazapados empeñados en cambiarlo de lugar.
¿Por qué se permitió que el Tribunal Electoral, que es un monumento de espacios vacíos y subutilizados se apoderara de los terrenos colindantes que debieron destinarse para la expansión del mercado? Alguien en las altas esferas debe saber la razón y con el tiempo se sabrá, pero sería conveniente que se hiciera público.
Según un diario de la localidad, diputados de la Comisión de Asuntos Agropecuarios hicieron una visita al lugar y levantarán un informe que servirá para que próximamente se defina el futuro del mercado. Que sobre un asunto estrictamente local asuma competencia la Asamblea es un total absurdo.
Y para decidir si el mercado debe quedarse donde está, quienes debemos ser tomados en cuenta somos sus miles de compradores y los pequeños empresarios que allí realizan su comercio. El municipio debe asumir totalmente el control de la situación y resolverla en favor de la comunidad. Así de simple y así de claro.
*El autor es abogado